martes, 26 de mayo de 2009

Quiero mi propia profecía autocumplida.

Me montaré en el metro una mañana de un día laboral cualquiera. No iré a clase como de costumbre porque habré decidido ir de comparas a un centro comercial cualquiera. Sacaré mi Nokia 5310 Xpress Music, mis audífonos y pondré a sonar en ellos Going under, de Evanescence. Haré caso omiso de las miradas inquisidoras de los usuarios del metro, que no compartirán mis gustos musicales. Estaré abstraído de este mundo, sumergido en la música. Mis pensamientos viajarán a otro plano mientras mi mirada se ocupará de la cuidadosa observación de cada usuario que entra y sale del vagón en cada estación.

El metro se detendrá. Volveré en mí sólo para darme cuenta de que estaré entre dos estaciones. No tendré idea de entre cuáles estaciones quedará el metro. El tren reanudará su movimiento. Pronto se asomará esa especie de cartelito largo que identifica a cada estación: leeré en ella el nombre de una estación cualquiera. Se abrirán las puertas que estarán a mi lado -viajaré parado en uno de los laterales de las puertas- y entrarán unas cinco personas. Unas de esas personas captará mi atención inmediatamente. Miraré con una descarada y poco discreta expresión de asombro en mi rostro a esa persona: tendrá una cabellera lisa de un color castaño claro, parecerá arena de un río cristalino; sus ojos serán color miel, con largas pestañas rizadas naturalmente; sus labios serán ligeramente carnosos y de color carmesí, serán como una invitación a ser besados; la tez de su piel será de color canela, y casi tan lisa y perfecta como su cabellera; finalmente, su cuerpo será delgado, sin mucha musculatura desarrollada y de una altura no mayor a 1.80 metros. Él notará mi expresión en el rostro y sonreirá. Se parará en el otro lateral de las puertas, justo frente a mí. Su sonrisa completará lo que me parecería perfecto, tan amplia y bella como todo lo que habrá sido detallado por mis ojos. Me avergonzaré un poco y bajaré la mirada. Continuaré escuchando música a medida de que el metro continuará avanzando.

Volveré en mí de nuevo cuando el metro se detuviere entre dos estaciones... de nuevo. El operador informará por el altavoz que debido a una falla en otro metro más adelante, el sistema tardará un poco en continuar su operación. Muchas personas mostrarán molestia, otras un poco de nerviosismo -claustrofobia, supondré. Comenzaré a estresarme. El chico de antes me tocará el hombro. Habría olvidado por competo su presencia frente a mí. Me preguntará amablemente la hora. Le contestaré tartamudeando una hora cualquiera, él sonreirá... y yo le devolveré una sonrisa muy torpe. Todo quedará en un silencio sepulcral poco común, hasta que él lo romperá.

-¡Hola! -me dirá extendiendo su mano, presentándose con un nombre cualquiera.
-¡Hey! Yo Francisco, un placer -contestaré con una sensación de terror y emoción en mi cuerpo.
-Estudias en la UCAB, ¿no? Lo digo por tu franela...
-Sí, estudio ahí. Comunicación social -le contestaré con cierto tono de orgullo en mi voz, sin sonar arrogante. A la vez me emocionaré por el hecho de que habrá detallado mi franela con el escudo de la UCAB.

Él me dirá que estudia también: una carrera cualquiera en una universidad cualquiera. Nuestra conversación se extenderá por un lapso de tiempo cualquiera -largo, eso sí- mientras no pararé de admirarlo y sonreír.
De repente, le preguntaré si cree en la astrología. Cosas banales que se me ocurrirán en el medio de la conversación. Él sonreirá y cuando estará a punto de responderme, el metro arrancará. Cuál será la sorpresa de todos al saber que habremos estado a centímetros de la siguiente estación. Las puertas se abrirán casi de inmediato y él s moverá para salir. Yo cambiaré mi semblante bruscamente y no podré ocultar mi deseo de que no se fuere. Él, al salir del vagón, se volteará y esbozará su hermosa sonrisa.

-Estoy seguro de que eres piscis, ¿no? -me dirá-. Yo soy cáncer. Espero eso responda a tu pregunta y muchas otras que te acabas de hacer en tu mente, jeje.

Nota: según la astrología, los nativos de Piscis son considerados compatibles sentimentalmente con los nativos de los signos de Cáncer, Escorpio y Tauro.


jueves, 21 de mayo de 2009

Sueño húmedo

Reacciono. Me doy cuenta de que estoy en un lugar conocido. "¿Cómo he llegado hasta aquí?", me pregunto. Respiro, exhalo, parpadeo, analizo. Estoy en una habitación, encerrado. Miro la cama que está pegada a la pared derecha de la habitación: una cama matrimonial con sábanas de flores. Me acerco a la cama y la toco: está fría. Hay muchas almohadas que huelen a infancia, a recuerdos -tristes y felices. Una sonrisa se esboza en mi rostro a medida que recorro esta cama que, dicho sea de paso, me resulta familiar y acogedora. Me acuesto en la cama y miro el techo. Pienso en cosas absurdas mientras trato de dibujar figuras en las manchas del techo.

El sonido del silencio comienza a convertirse en ruido para mis oídos. Como si la habitación fuese un ente vivo que me escucha, comienza a sonar una canción. Logro identificarla: Umbrella, de Vanilla Sky. Sonrío y luego me acuesto de nuevo.

Comienzo a quedarme dormido. La canción había cambiado hace rato, ahora suena Viceversa, de Viniloversus. Esa canción me quita el sueño por lo que me siento en la cama. Escucho que están forcejeando la puerta de la habitación, como si intentaran entrar. Entro en pánico. Comienzo a hiperventilar, mi corazón se agita, mis ojos se exhorbitan. La puerta se abre y entra alguien. Lo que está sucediendo en mi cuerpo no cesa: empeora. Aparece ante mí alguien a quien debí haber esperado desde un principio. Camina hacia mí y planta sobre mis labios un largo y húmedo beso. Nuestros labios denotan sed uno del otro. Él se torna violento y pasional con sus caricias mientras me besa; yo le respondo de igual manera. Nos tumbamos sobre la cama mientras nuestras manos exploran desesperada y torpemente nuestros cuerpos. El ambiente se torna cálido, el aire se carga de lujuria. Las ropas comienzan a caer en el piso. Abro los ojos para ver bien a quien me besa. Veo en su rostro deseo, el deseo de poseerme y de yo poseerlo. Estamos a merced de nuestros instintos. Nuestras cálidas pieles se rozan entre sí, lo que produce que el sudor se entremezcle y humedezca las sábanas. Los besos disminuyen su violenta intensidad. Ahora denotan amor, delicadeza. Vuelvo a abrir los ojos y la expresión en su rostro ha cambiado: ahora es suave, vulnerable. En la habitación se escucha Love is only a feeling, de The Darkness.

Siento el cansancio y la satisfacción de nuestros besos. Él, también exhausto, deja caer su cuerpo sobre el mío. Siento su respiración en mi cuello. Veo su rostro y sus ojos se cierran. Mi instinto me lleva a colocar mi mano en su rostro y acariciarlo. De repente, me alarmo al ver como poco a poco él se desvanece. Mis manos comienzan a acariciar la nada. Sus ojos se abren y me miran con compasión; mis ojos dejan escapar un par de lágrimas. Ya no está, se ha desvanecido. ME quedo estático, mirando el techo todo borroso por las lágrimas que aún inundan mis ojos. Se escucha en la habitación Big girls don't cry, de Fergie. Sonrío. Cierro los ojos y me entrego al vacío de pensamiento.

Despierto. Estoy en mi pequeña pero cómoda cama individual. Me asomo a la ventana, veo el cielo nublado y la pintura resquebrajada que reviste el edificio que está al lado del que habito. Voy a la ducha y doy comienzo a mi rutina. Hoy será un largo día en la universidad...