lunes, 27 de octubre de 2008

The call that changed my destiny.

Te levantaste a las 5:00 am. Te estiraste, apagaste el aire acondicionado y abriste las cortinas de cuarto. Una mirada al mar seguro te llenó de energía para el día que te esperaba, la tediosa rutina. Cerraste la cortina y reaccionaste de sopetón "debo cepillarme los dientes". Fuiste al baño, rutina de belleza diaria, la metrosexualidad es tu vida. Dientes limpios, rostro reluciente, bajaste las escaleras rumbo a la cocina. Tu madre te dio el desayuno. Saludaste a tus hermanitos menores, quienes con sonrisa picaresca y cómplice, te sacaron 20mil bs. F. para ir al colegio. Astucia infantil... Sonreíste hacia tus adentros, terminaste el desayuno y fuiste rumbo a tu habitación de nuevo para cambiarte. Un short beige de cuadros marca Quiksilver, una franela con diseños alusivos al cannabis, cholas Etnies que te regaló "el amor de tu vida" en Caracas el día de tu cumpleaños , la pulsera fucsia que él mismo te regaló y finalmente, una sudadera rasta para recoger tus cada día más largos rulos.

6:58 am. Llegaste a la universidad. Para variar, hay protestas. En oriente, aparentemente, el movimiento estudiantil tiene otro norte que no es precisamente la lucha por las libertades. Supusiste que la época en la que los belicosos caribes eran únicos soberanos de las costas venezolanas aún no ha pasado en ciertas zonas del oriente del país. Sonreíste recordando ese comentario sabihondo y sarcástico que creíste habérselo escuchado a alguien mientras estabas acostado a su lado, desnudo, cubierto sólo por una sábana.

4:00pm. El día se te fue de las manos. Nueve horas que no supiste en qué las invertiste. Saliste de la universidad, rumbo a un centro comercial a orillas del mar. Tus amigos van contigo, ellos te siguieron, tú eres su líder. Tu carisma, tu chispa, tu manera de hablar, tu manera de actuar... eres popular. En cualquier grupo, tú eres el centro de atención.

6:27 pm. Ya pasó el atardecer. Viste como el sol se ocultaba entre las colinas que rodean la hermosa ciudad costera y recordaste. Sí, recordaste de nuevo. Esa persona que te ha colmado de regalos, claro, al mismo tiempo, tú le has dado mucho también. Recordaste a esa persona que tu estás seguro de que espera con ansias el día en que tires la toalla y decidas regresar a la capital. Sentiste nostalgia. Levantaste tu celular Nokia N73 y marcaste el teléfono de su apartamento. Te contestó. Comenzaron a hablar de trivialidades y de vez en cuando, le lanzaste flechas de amor venenoso que mantuvieran el estado de esperanza de amor a distancia que existe en esa persona. Pero te equivocaste... Si hay una cualidad que distingue a los humanos es la capacidad de crear inmunidades, de acostumbrarse a su entorno, a lo que le haga daño. Ya esa persona se había vuelto inmune a ese veneno que te empeñabas en proporcionarle. Te empezó a contraatacar con disparos, balas rápidas y dolorosas de verdades que van directo a tu orgullo. Te sentiste indignado, pero rápidamente sentiste que pusiste los pies en la tierra. Tu ego se minimizó de tal manera, que no supiste qué responder. Te encontraste indefenso.

Yo te expuse. Yo te colgué y no dejé que me respondieras. Por cierto, ahora te dejo preguntas al aire: ¿ya compraste tu pepino? ¿Ya te fuiste de la casa? ¿Cómo te va con tu pareja actual? ¿Ya le dijiste qué es lo que prefieres en la cama?



martes, 14 de octubre de 2008

Agua salada

Amor, odio, lástima, comprensión.
¿Qué más puedo sentir?
El calentamiento global pasa desapercibido en mí. El frío es constante, proviene de mi alma.
Se enfría con el paso del tiempo, temo por su pronta solidificación. Aunque gélida siento que sería más funcional.

La soledad ya no es una presencia, es un gas, un elemento que se respira a mi alrededor.
Por mí, Mecano puede reescribir su famosa canción...
El aire que respiro está enrarecido.
Huele a flores marchitas, a nestea sin limón, a pueblo fantasma... a agua salada.

Ya lo considero normal. Es natural que huela el mar en todas partes.
Las nereidas resultan mucho más atractivas a un marinero que un solitario y humilde sátiro, cuya inteligencia y sensibilidad se ven opacadas por la belleza superficial de las ninfas.

Maldita esperanza, si Pandora ya había abierto la caja, debió haber dejado a la esperanza libre también de una buena vez. Pero es que a veces se hace tan necesaria...
Dilemas, dilemas. Rayan en lo absurdo...


¡Ah, sí! Agua salada... Evaporarla para luego condensarla y hacerla dulce... Interesante idea.